Betty se estaba por mudar a un PH antiguo que había que remodelar por completo. Cuando lo ví, me di cuenta inmediatamente del potencial que tenía.
Fue un proyecto integral con varios desafíos en el proceso y a la vez hermoso.
El sector de la casa en que más se notó el impacto de la modificación fue la cocina. Y del cual te quiero hablar hoy.
Si bien el comedor de la casa era muy grande y bello, Betty sabía que no sería el espacio que utilizarían cotidianamente. Por otro lado les gustaba cocinar y a la vez participar de ese momento tan íntimo de la familia, cuando se reúnen alrededor de la mesa a compartir, no solo la comida, sino las vivencias del día cada uno.
La pareja valoraba mucho este momento como un encuentro de comunicación con sus hijos y no deseaban perdérselo por estar preparando la comida, el desayuno o la merienda.
Por eso la premisa fue agregar un comedor diario integrado a la cocina, que sea cómodo, funcional y “canchero”.
Así surgió la idea de transformar la isla (donde estaría la bacha), y montada en ella, nacería la “barra ancha” de comer, una especie de mesa alta con banquetas súper confortables. De esta manera se aprovecharía el espacio al máximo y entrarían los 4 integrantes cómodamente.
Incluso quedo espacio para agregar un gran varillero de piso a techo.
Finalmente decidimos la estética combinando materiales, texturas y colores neutros, con estrategias tales como utilizar el mismo material (silestone) en la mesada de la cocina y en la barra/mesa.
Estas decisiones lograron la integración de todo el espacio y sirvieron de nexo visual entre la morfología moderna que se había propuesto, y la arquitectura antigua de la casa (con techos altos, y puertas altas de madera y vidrio).
Todo encajó a la perfección y el resultado fue magnífico!